15-LMN-Kenia

Nairobi ficticio

NAIROBI Y ALREDEDORES

Cuando transcurre la aventura, Nairobi es un pueblo colonial de reciente creación, y cuenta con unos 8000 habitantes. Justo más allá de la ciudad se encuentra el Monte Kinangop y la cordillera de Aberdare: el Monte Kenia se alza algo más hacia el Norte y el Este. La ciudad fue fundada en 1900 como un apeadero del ferrocarril antes de las montañas, el último lugar en el que se podían hacer cambios de vía. Con una elevación de más de 2000 m. sobre el nivel del mar, la región es relativamente fresca y seca, los paisajes son soberbios, el agua es adecuada y el suelo excelente para cultivar. Los europeos, que se consumían en el clima húmedo de Mombasa, se dieron cuenta rápidamente de las ventajas y corrieron la voz.
Hasta 1920, la denominación oficial de Kenia era “Protectorado Británico de África Oriental” pero cuando llegan allí los investigadores tiene ya el estatus de colonia y ya ha adoptado el nombre de Kenia, se autogobierna en muchos temas aunque aún depende de la Corona para la mayor parte de temas de Exteriores y relacionados con la Commonwealth (supongo a los lectores familiarizados con la ya casi extinta comunidad británica de naciones, eufemismo inventado por los británicos para seguir explotando a sus antiguas colonias aún después de haberse éstas independizado). La guarnición del país la componen unos dos batallones de tropas regulares británicas, algo por debajo de su complemento de tropa normal y un millar de policías paramilitares, la mayoría negros e hindús al mando de oficiales británicos.
El Nairobi ficticio que se presenta en este escenario no se parece en nada a la moderna ciudad de casi 3.000.000 habitantes de la actualidad.
En el momento de la aventura, Nairobi se divide en distritos, situación normal en las colonias de los países europeos y también en las antiguas colonias de éstos, como los EE.UU. Nairobi tiene tres distritos, uno para blancos, otro para negros y otro para “morenos”, con divisiones que se mantienen rígidamente. Los despachos, hoteles, clubes, etc. están marcados como SOLO PARA BLANCOS mientras que en las oficinas administrativas como juzgados, etc. hay entradas separadas. Hay cárceles para cada uno de los distritos. Los lavabos en la estación de ferrocarril están enfáticamente separados. Los blancos a los que les guste pasear por los suburbios pueden hacerlo con impunidad mientras que los negros y negras que se encuentren en áreas blancas sin motivo pueden ser expulsados incluso de forma violenta.
Más allá de las ciudades y de las plantaciones propiedad de los blancos, la vida de los negros africanos continúa como hace siglos. Las culturas tribales son estables y están bien adaptadas al terreno: la mayoría de la gente es amable, curiosa y muestra sus emociones abiertamente y sin reservas. Ciertamente no son salvajes. Los primeros “exploradores” europeos pudieron viajar libremente de un poblado a otro del interior sin ningún problema, siendo agasajados con fiestas en la mayoría de ellos, y muchos de estos periodistas-exploradores encontraron pocos motivos para el descontento.
En Nairobi se habla normalmente el Inglés pero fuera de allí y de algunos otros lugares, la mayor parle de los negros lo hablan poco o nada. El idioma común de África Occidental es el Swahili, una lengua de comercio estructurada como el Bantú y con un vocabulario predominantemente árabe (los árabes controlaron el comercio costero y oceánico durante la mayor parte del pasado milenio). El Swahili está bien desarrollado y se parece más al Inglés de los siglos XII al XV en su flexibilidad y sutileza que por ejemplo al Pidgin del Pacífico Occidental.
Aunque cada grupo tribal importante posee su propio idioma, quien hable Swahili tiene pocos problemas para hacerse entender en cualquier lugar de Kenia.
La parte más importante de la población la constituye la tribu Kikuyu, que es de habla Bantú. Segundos en número son los Luos, que representan a las tribus originarias del Nilo, y rivales de los Kikuyu. El tercer grupo demográficamente hablando son los Somalíes pero éstos son un grupo Hamítico cuyos territorios tradicionales se hallan al este de las tierras altas donde transcurre este capítulo. Los nómadas Nilo-Hamitas, un cuarto grupo, incluye a los Masai y a los Kipsigi. Los belicosos Nandi, que también son originarios del Nilo se opusieron violentamente al trazado del ferrocarril de Uganda por lo cual fueron diezmados.

El tren de Mombasha a Nairobi.

Tandoor

El grupo de investigadores junto a Jack Brady, llegan a Mombasha desde Shanghai.  Allí toman el primer tren hacia Nairobi donde tienen pensado comenzar la búsqueda de la montaña del viento negro, lugar elegido para colocar el «Ojo de luz». En el tren hay un vagón para blancos, un vagón para morenos y otro para negros. Kenia es extremadamente racista en los años 20.

Ahmed viaja por tanto en el vagón de los morenos y el resto de investigadores en el vagón para blancos. Desde el vagón de morenos el grupo es vigilado por un poderoso enemigo, Tandoor Singh.

Ya bien entrada la noche, se produce un incendio en el vagón comedor del tren pillando a los investigadores durmiendo. El tren para y rápidamente los viajeros se afanan en apagar el incendio. Cuando los investigadores se unen a las labores de extinción son impactados por dos bolas de fuego. El grupo se divide y O’Connel sale corriendo intentando alejarse del fuego. Por desgracia una de las bolas se fija en el y le sigue. Tras unos pocos segundos de lucha agónica O’Connel es consumido por las llamas. Mientras en los alrededores del tren el resto de investigadores lucha contra las bolas de fuego (que no son capaces de identificar como vampiros de fuego) con tierra, agua y un extintor. Tras unos minutos de incertidumbre son capaces de consumir las bolas de fuego.  Una vez apagado el fuego el viaje continua y el tren llega a Nairobi con un par de horas de retraso. El resto de pasajeros mira de soslayo a los investigadores como si les culparan del incendio. Una vez en Nairobi los investigadores se alojan en un importante hotel de Nairobi.

El Star de Nairobi

Star

Mientras los investigadores desayunan en la pérgola del hotel pasa a su lado un vendedor de periódicos (negro, 53 años) pregonando la última edición del Star de Nairobi, que es un diario en inglés de formato grande y de una sola página. Aunque el vendedor no sabe leer, jura y perjura que el Star es el mejor periódico del mundo, y lo dice con conocimiento de causa porque su propietaria y editora la señora Smythe-Forbes es una gran señora y una gran trabajadora a la cual ha tenido ocasión se servir desde hace diez años. Según afirma, la oficina está muy cerca y desde el hotel pueden verse las ventanas iluminadas. Hay que conceder que la historia del incendio del tren está bien presentada y no se puede acusar a quien la ha escrito de no saber que la conflagración la causaron los seres de fuego. Dado que es el único diario de Nairobi, el Star parece un buen sitio para iniciar las pesquisas.
N. del G.: Otros piensan lo mismo. Tandoor Singh vigila a los investigadores a través de unos prismáticos desde el segundo piso de su casa en el barrio “marrón” de la ciudad y cuando se deciden a dar un paseo hasta las oficinas del Star lanza otro ataque como el del tren para ver si, aunque no consiga matarles, sí consigue desacreditarles ante las autoridades. Uno o dos incendios más relacionados con ellos y la policía les detendrá, como mínimo por amenaza a la seguridad pública, expulsándolos de Kenia en el primer barco. Si los daños a las propiedades son extensos o incluso muere alguna persona les podrían encarcelar o juzgar por asesinato.
Sin embargo, en la pérgola hay demasiada gente (y demasiadas jarras de agua) para que el plan funcione. Por el contrario, las oficinas del
 Star es un lugar semiprivado y el papel arde bien. Por si fuera poco, el periódico ha aprobado estridentemente todas las medidas destinadas a reprimir la demoníaca religión de Singh por lo cual nada le complacería más que enviar unos cuantos seres de fuego al Star.

Cuando los investigadores van esa tarde al Star, que es un edificio de dimensiones moderadas, encuentran en su interior a Natalia Smythe-Forbes, junto con un tipógrafo y algunos impresores, preparando la edición del día siguiente. Natalia es una mujer vigorosa, de casi cincuenta años de edad. Le preocupan los temas políticos de Kenia pero, aunque en una persona de carácter amable, los temas de la población de color no le interesan lo más mínimo.  Los investigadores (basándose en lo ocurrido a sus predecesores y en el reciente ataque en el tren) se muestran muy suspicaces a la hora de preguntar por la expedición Carlyle o por Jackson Elias. Finalmente, cuando le preguntan a la Sra. Smythe-Forbes, ésta es la información que obtienen:

LA LLEGADA DE LA EXPEDICIÓN CARLYLE: inicialmente pretendía ser un relajado safari en la región de la Gran Grieta aunque al poco de estar en Nairobi los miembros de la expedición empezaron a mencionar otra tapadera: un viaje al Oeste para confirmar datos recogidos en Egipto sobre los seguidores de un líder religioso que emigró hacia el Sur, hacia Kenia. En Nairobi, los miembros notables de la expedición residían en Hampton House, un hotel que es propiedad de Reggie Baynes (y quien lo ha dirigido siempre) desde antes de la Gran Guerra.
La expedición también tuvo tratos con el doctor Horace Starret y el Sr. Neville Jermyn. Hay una foto de partida en la que figuran un Sir Aubrey extraordinariamente rejuvenecido y una Hypatia Masters algo fondona (Pettersen piensa que podría estar embarazada).

EL DESCUBRIMIENTO DE LOS CUERPOS: los informes que llevaron a la patrulla hasta el lugar de la masacre proceden de Sam Mariga, un jardinero que trabaja en la estación del ferrocarril y que vive en la calle Charles. Sam visitaba a unos parientes en el poblado de Ndovu, situado en el bosque de Aberdare, cuando se enteró de que en cierta región había gran cantidad de cadáveres sin enterrar y de que era poco inteligente acercarse por allí. Dicha región se encuentra al Norte de Nairobi y a muchos kilómetros de distancia del valle de la Gran Grieta. El teniente Mark Selkirk, al mando de una escuadra de tropas nativas encontraron los restos y (según parece) a los autores de la matanza, administrando justicia rápidamente. Una foto muestra cinco cuerpos de nativos Nandi colgando de sendas cuerdas.

Según la Sra. Smythe-Forbes «Los de la expedición Carlyle eran todos gente muy rara y de aspecto enfermizo. La pobrecilla Hypatia estuvo mareada parte del tiempo, sobre todo por las mañanas, creo recordar. Sí, así es. A Carlyle le vi poco. Era un joven bastante nervioso, que bebía un poco. Y Sir Aubrey, aunque era atractivo y juvenil, tenía tratos con gente que no se correspondía con su alcurnia. Recuerdo en especial a un tal Tandoor Singh, un tipo bastante viscoso, que pasaba mucho tiempo en Hampton House. Un simple vendedor de té. Por cierto que aún está en Nairobi y a lo mejor quiere decirles de lo que hablaban aunque yo no querría saberlo. El médico, Huston, era muy estirado.»

Cuando los investigadores van a salir de las oficinas del Star tiene lugar el segundo ataque de Singh. Esta vez los investigadores no se quedan para intentar destruir a los seres ígneos, y huyen rápidamente a la calle en cuanto ven que el fuego se vuelve incontrolable, dando la voz de alarma para que se desaloje el edificio. Afortunadamente, nadie resulta herido o muerto, pero el Star (y sus archivos) quedan reducidos a cenizas para deleite de Singh.
N. del G.: El plan de Singh empieza a surtir efecto y las autoridades revisan la posible relación de los investigadores con los incendios.

Johnstone Kenyatta

N. del G.: A Johnstone (que es negro) se le menciona en las notas de Jackson Elías. Sam Mariga le conoce, así como la Sra. Smythe-Forbes. Roger Corydon, el capitán Montgomery y la mayoría de los blancos de Nairobi, si bien las referencias que unos y otros pueden dar de él varían sustancialmente. Sus enemigos afirman que es un agitador, y en otras ocasiones le acusan de charlatán y de hechicero tribal (su abuelo sí que lo era). Mencionan repetidamente su conexión con la magia. Vive en el barrio de los negros, en la calle Mariana aunque la mayor parte del tiempo se le puede encontrar en las oficinas de la Asociación Central Kikuyu, una organización de negros dedicada a obtener representación nativa en el gobierno colonial. Los blancos opinan de él, casi unánimemente, que es un provocador; casi todo el mundo en el barrio de los negros, sea Kikuyu o no, puede indicar a los investigadores dónde encontrar las oficinas de la ACK, presidida por el carismático Johnstone.
Johnstone Kenyatta (hasta 1920 Johnstone Kamau y a finales de los 30 Jomo Kenyatta) no sólo es de gran ayuda para los investigadores sino que también presenta la oportunidad de encontrarse con una figura mundialmente famosa antes de que lo fuera. Kenyatta dirigirá el proceso de independencia de Kenia y será su primer presidente. En 1952 los británicos le acusan de dirigir la campaña de terror de los Mau Mau pero en realidad nosotros sabemos que la responsable es la secta de la Lengua Sangrienta, y por tanto se trata de otro horror perpetrado por Nyarlathotep y los Otros Dioses.

Pettersen pregunta en suahili a los habitantes de Nairobi y lleva a los investigadores a la sede de la ACK. Normalmente ni los blancos ni los `morenos’ suelen acercarse por el local de la ACK; Kenyatta está allí y se da cuenta de inmediato de la llegada de los investigadores. Cuando mencionan a Jackson Elías, se los mira pensativamente y les indica que pasen a una habitación adyacente «donde se puede hablar con más tranquilidad, caballeros.» Su Inglés es excelente.

na vez en la otra habitación, escucha la historia de los investigadores con atención, evitando sus preguntas hasta haber comprendido el alcance de la misión de éstos en detalle, para luego afirmar: «Esas antiguas costumbres son crueles y mi conocimiento de ellas bastante imperfecto. Hace más de veinte años que abandoné mi hogar donde había oído tales historias a mi abuelo que era un gran murogi, o adivinador. He tratado de dejar atrás ese mundo para entrar en el vuestro y no deja de ser irónico que mientras yo intento acercarme a vuestra herencia cultural vosotros os acerquéis a la mía.»
Reflexiona durante un rato y luego continúa: «No consigo comprender gran parte de lo que me explicáis, e incluso hay partes que encuentro difíciles de creer pero percibo algo sobre vuestro grupo; quizá tenga yo trazas del poder de mi abuelo. Si queréis, puedo indicaros dónde hallar a un hombre que quizá os pueda ayudar; no le hablé de él a Jackson Elias porque me pareció que ya estaba condenado y no podía cargar a mi amigo con semejante peso. Sin embargo, vuestros destinos no están acabados; aún os quedan grandes victorias por conseguir o quizá fracasos terribles por experimentar.»
Cuando los investigadores acceden a lo propuesto, Kenyatta sale unos minutos y a la vuelta les dice: «Un amigo os espera junto a la puerta. Debéis seguirle de lejos y él se asegurará de que no le perdáis. Si se para y espera, vosotros debéis hacer lo propio. La puerta en la que entre estará pintada de amarillo; entrad también vosotros por ella, rápidamente y sin temor. Me alegro de haberos conocido.» Se despide estrechando la mano de cada investigador.
Junto a la puerta aguarda un negro alto, vestido con camisa y pantalones blancos quien, al verles salir, les sonríe y echa a andar. El paseo por el barrio negro no reporta incidentes. Curtnert se da cuenta de que el guía, a la vez que les lleva, vigila por si alguien les sigue. ¿Dónde se dirigirán?

Esta parte de Nairobi es pobre pero las gentes están alegres y no han perdido aún las esperanzas. La mayoría de las viviendas son cabañas de una sola habitación, de paredes de barro con techos de hierbas y hojas. De vez en cuando, la vivienda de algún habitante más próspero (invariablemente más grande) contrasta fuertemente con las demás. La prosperidad se juzga sobre todo por lo bien que protege del agua el techo: los techos de tablas, tejas o amalgamas de cajas de embalaje y planchas de metal alisadas a golpe de martillo confieren un estatus superior a los de hojas y hierbas.
Cuando los investigadores atraviesan la puerta amarilla se encuentran en una pequeña cabaña, junto a un Rolls Royce amarillo bien conservado. Su guía les abre la puerta y les hace señas de que entren. Al cabo de unos minutos están botando por un camino de tierra a unos kilómetros de Nairobi, asustando bicicletas y carros a su paso y dejando atrás una nube de polvo. Su destino es Boyovu, una aldea cercana donde vive el viejo Bundari, uno de los magos tribales más poderosos y respetados de África Oriental. (N. del G.: Sin los contactos adecuados, es dudoso que los investigadores hubieran llegado siquiera a enterarse de la existencia de Bundari. Incluso a través de Kenyatta, deberán pasar el escrutinio del ayudante de Bundari, Okomu).
Una vez llegados al exterior del círculo de cabañas, el guía para el coche y se baja pero les hace señal de esperar en él. Habla un rato y en tonos persuasivos con Okomu, que es un joven de aspecto delicado. En el coche hace calor. Pronto los niños del poblado se arraciman alrededor del vehículo, educados pero curiosos. Cuando los investigadores saludan o hablan, los niños cuchichean y ríen.
Por último, el guía les presenta (en un Inglés algo entrecortado) a Okomu. A pesar de que este último habla muy bien el Inglés, es irritantemente rudo, presiona constantemente a los investigadores en busca de detalles, razones y motivos para sus actividades para después mostrar su desagrado con las respuestas que recibe. Se muestra especialmente desagradablem deberán marcharse y volver otro día.

La muerte de Ahmed

Durante la noche el grupo de investigadores hace guardia pues no se fían de nada ni de nadie. Durante la guardia de Ahmed ve a un hombre moreno salir del edificio de enfrente del hotel y dirigirse hacia donde está. Ahmed como buen explorador siguió al hombre, sin embargo un traspié avisó al hombre que seguía.

El perseguido se dio la vuelta y al verse amenazado comenzó a gesticular, Ahmed, dudó un instante, lo que le condenó a una muerte horrible.

Al instante apareció una bola de fuego sobre Ahmed que se lanzó contra el violentamente. Este solo pudo abalanzarse a por el hombre que había invocado esa bola de fuego, pero ya era demasiado tarde. Ahemed se consumió en cenizas.

El resto de investigadores con Brady a la cabeza se conjuraron para vengar la muerte de Ahmed. Enterraron las cenizas del árabe y al día siguiente, con la muerte en la cabeza continuaron las pesquisas.

El viejo Bundari

Bundari

Los investigadores, espoleados por la información recogida estos últimos días, se deciden a intentar de nuevo el contacto con el viejo Bundari, quien sin duda será un aliado valioso para enfrentarse a la Secta de la Lengua Sangrienta.

Una vez convencido de la urgencia de su misión, Okomu se vuelve más amable. Ha oído hablar de la Lengua Sangrienta y sabe que son responsables de la masacre de la expedición Carlyle. Sin embargo, manifiesta que las muertes fueron consecuencia de una magia maléfica mediante la cual criaturas sobrenaturales fueron llamadas del Otro Lado para matar y llevarse a las víctimas.
Según Okomu, los que desaparecieron fueron llevados a la Montaña del Viento Negro, un lugar terrible que todos evitan. Ni siquiera los hechizos más poderosos lanzados contra ese lugar tienen efecto. Se llama así porque en ella habita un terrible dios que, una vez al año, desata el Viento Negro, el cual trae enfermedades, hambre y desastres. Para satisfacer al dios, la secta secuestra gente y la sacrifica al dios quien entonces aparece en toda su terrible gloria. Casi es tan grande como la propia montaña y no tiene rostro, sólo una lengua color rojo sangre que cuelga de donde debería tener la frente. Junto con él aparecen monstruos de todo tipo que actúan como servidores suyos. Tan sólo con ver a ese dios, la gente enloquece.
Al parecer la sacerdotisa de ese dios se llama M’Weru y vive en la montaña. Ella fue quien profetizó la llegada del hijo del dios, que será parte humano y parte monstruo, quien pronto bañará en sangre la tierra.
Okomu puede trazar un mapa que indique el camino hasta la Montaña del Viento Negro, que los blancos conocen como Monte Kenia, y los kikuyus como Kere-Nyaga, aunque previene que no es saludable acercarse. No hay protección posible, si bien algunas historias antiguas hablan de un gran signo, el Ojo de Luz y de Oscuridad que podría encadenar para siempre a tan cruel dios en el interior de la montaña; por desgracia, nadie sabe cuál puede ser dicho signo. Algunos magos dicen que el signo existió hasta hace algunos años, en que el dios consiguió engañar a unos hombres para que lo destruyeran.
Aunque Bundari es un mago poderoso, Okomu dice que, para reforzarse, tuvo que establecer una fuerte relación con los Otros Lados por lo que la presencia de Bundari fluye ahora entre esta realidad y muchas otras. La labor de Okomu es guardar esta realidad para Bundari, y éste dispone de otros asistentes (inimaginables) que realizan funciones similares para su presencia en los Otros Lados. Los investigadores deberán esperar pacientemente a que la atención del mago se centre en esta realidad, proceso que puede durar horas pero durante el cual deberán permanecer a su lado puesto que de lo contrario no será posible ponerse en contacto con él en varios días.
Por la parte de fuera, la choza tiene las curvas suaves de una cabaña Masai y es a la vez más grande y diferentemente construida que las cabañas cónicas de barro del resto del poblado. Sin embargo, está rodeada por una verja con puerta, igual que las demás. Una vez dentro, los investigadores se dan cuenta de que el interior es como la concha de un caracol, y que el pasillo de entrada da toda la vuelta alrededor de la habitación central antes de entrar en ella. No hay luz, pero en las paredes interior y exterior del pasillo, que están encaladas, pueden verse máscaras, fetiches, símbolos. etc. En la habitación central aún hay más símbolos, dispuestos formando modelos arcanos, que los investigadores identifican como símbolos de protección. En el centro de la habitación se encuentra un anciano de pequeña estatura, sentado, y tan inmóvil que parecería estar muerto.

Los investigadores deben permanecer junto a Bundari 12 horas hasta que empieza a moverse. Para la espera, Okomu les ofrece cacahuetes pelados, plátanos cocidos (N. del G.: no plátanos dulces sino de los otros, a los que en Centroamérica se denomina plátano-vianda); los investigadores no pueden conversar porque el ruido atraería demasiado rápido a Bundari de su viaje interdimensional, lo cual entraña una cierta dosis de peligro.
Por fin, el cuerpo del anciano empieza a moverse y como a hincharse, percibiendo los investigadores un a modo de espíritu intangible que no estaba presente antes. Sus ojos se abren y estudia a cada uno de ellos tras lo cual, y a modo de presentación, menciona algún acontecimiento del pasado de cada cual.
«Vuestra misión es peligrosa y el tiempo escaso. ¿Preferís bellas palabras o la pura verdad? La Lengua Sangrienta se está volviendo arrogante. La gente de la región desaparece en la montaña, raptados por la secta y destinados a un terrible sacrificio que tiene que realizarse. Los líderes de las tribus han sido corrompidos. Muchos de nosotros debemos rezar continuamente a Ngai, el señor del Kere-Nyaga para detener este mal.
Si vosotros, buscadores, tenéis coraje podréis conseguir muchas cosas. Pero debéis apresuraros. Okomu puede ayudaros a preparar vuestro viaje pero no puede daros lo que yo: he aquí algunos objetos que os ayudarán.
»
El primero de los dos regalos de Bundari es un espantamoscas. Tiene un mango de ébano grabado con símbolos Kikuyu. (N. del G.: En muchas culturas africanas este tipo de amuletos se utiliza como defensa contra espíritus maléficos puesto que la mayoría de ellos suelen adoptar la forma de moscas -de hecho, en nuestra cultura, el Diablo es el Señor de las Moscas- y por ello todos los magos africanos tienen el espantamoscas como una parte importante de su parafernalia). Éste en concreto posee dos poderes especiales que Bundari no explica en detalle, limitándose a decir que sirve para encontrar y para defenderse del mal.
El segundo es una cajita de madera en la que hay un reptil de extraño aspecto; es de color marrón grisáceo, piel rugosa y tres cuernos que le salen de la frente. «Éste es mi amigo, Aquél que no es lo que parece. Podéis llamarle Aquél para abreviar. Llevadle con vosotros y alimentadle bien cada día con moscas. Sólo os servirá una vez y no contra la magia. Sólo tenéis que abrir la caja y dejarle suelto.» Es maravillosa la manera en que los insectos de todo tipo evitan las proximidades de Aquél, proporcionando a los investigadores protección completa contra todo tipo de picaduras. Sin embargo, ello supone que alguien debe dedicar buena parte de su tiempo a cazar moscas para darle de comer.

Tandoor Singh

Antes de salir de viaje los investigadores se conjuran para encontrar al asesino de Ahmed y sus pesquisas le llevan a una tienda de Te. Aunque esto lo incluiré en la próxima historia.

1 Comentario

  1. Santal (Publicaciones Autor)

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